Aún
le costaba distinguir los detalles de la habitación. Era temprano. Adoraba
despertarse mucho antes para verle dormir. Era lo más fascinante del mundo. A
veces sonreía al hacerlo. Charlotte se preguntaba qué estaría pasando por su
mente, si simplemente tuviera un buen sueño, o quizá era ella la protagonista.
Se
levantó sigilosamente y se puso a escribir. Había olvidado lo mucho que le
gustaba. Empezó a describir con delicadeza cada uno de sus gestos. Poco a poco
iba hilando su pequeño relato. De pronto notó algo extraño, sus ojos se
cerraban y no conseguía distinguir ni una sola palabra sobre el papel. Su
corazón latín con fuerza, aquella situación le producía muchísima angustia.
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Quizá debería tumbarme. – Susurró.
Antes
de que quisiese darse cuenta, Charlotte estaba en su cama, agitada. Y lo peor
de todo: estaba sola. Él no estaba, se había esfumado. Todo había sido un sueño.
Su expresión cambió, ahora se sentía triste, melancólica más bien. Sabía que
pronto lo vería dormir otra vez. Entonces cogió un papel y comenzó a escribir:
Aún le costaba distinguir los
detalles de la habitación…
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Foto: Lía. |